En la rutina, es fácil dejarse llevar por las dificultades. Es natural enfocarse en las puertas cerradas o en los días que no son perfectos. Sin embargo, la alegría de vivir reside en una elección mucho más profunda. Hoy te compartimos un himno anónimo a la resiliencia del espíritu. Este poema nos recuerda que la vida es un ciclo de emociones completas. Nos invita a sonreír, llorar, amar y compartir. Todo ello como un gran acto de optimismo y gratitud.

Sonrío
Aunque la vida me golpee,
Aunque no todos los amaneceres sean hermosos,
Aunque se me cierren las puertas.
Sonrío.
SUEÑO
Porque soñar no cuesta nada y alivia mi pensamiento,
Porque quizás mi sueño pueda cumplirse,
Porque soñar me hace feliz.
LLORO
Porque llorar purifica mi alma y alivia mi corazón,
Porque mi angustia decrece, aunque solo sea un poco.
Porque cada lágrima es un propósito de mejorar mi existencia.
AMO
Porque amar es vivir,
Porque si amo, quizás reciba amor,
Porque prefiero amar y sufrir, que sufrir por no haber amado nunca.
COMPARTO
Porque al compartir crezco,
Porque mis penas, compartidas, disminuyen,
Y mis alegrías se duplican.
Sonrío, sueño, lloro, amo, comparto.
¡¡¡Vivo!!! Y por ello doy gracias, un día más.
Autor Anónimo
La paleta completa de la emoción
Este poema nos ofrece una lección fundamental. La vida no es solo blanco o negro. La felicidad no significa la ausencia de dolor. La resiliencia se construye en la aceptación de la paleta completa de la emoción. El texto nos muestra cómo cada acto, desde el más alegre hasta el más difícil, es un componente vital.
Sonreír es el primer acto de valentía. Es una decisión que tomamos a pesar de las circunstancias adversas. Es el ancla de nuestro optimismo. Esta elección se complementa con la capacidad de soñar. Soñar nos alivia. Nos abre la posibilidad de que lo imposible se cumpla. Es la chispa que nos mantiene en movimiento.
Por otro lado, el poema dignifica la tristeza. Llorar no es debilidad. Es una purificación necesaria del alma. Cada lágrima es un nuevo propósito. Nos da la fuerza para mejorar la existencia. Y, por supuesto, está el amor. Amar es un riesgo que siempre vale la pena. El dolor de haber amado es preferible al vacío de no haberlo intentado nunca.
Al final, el ciclo se cierra con el compartir. Al dar, crecemos de forma exponencial. Compartir nuestras penas las hace más pequeñas. Compartir nuestras alegrías las multiplica al infinito. Vivir es la suma de todas estas acciones. Es por eso que, al final, solo podemos dar gracias un día más.
Conclusión
Hoy te invitamos a abrazar cada emoción que sientas. No te niegues la lágrima ni la sonrisa. Recuerda que al final, la vida es la suma de todo lo que sentiste, soñaste y compartiste. ¡Permítete Vivir plenamente y con optimismo!


