A las estrellas: cuando la belleza del cielo no alumbra el dolor

Hay noches en que el silencio se vuelve tan profundo que parece escuchar nuestros pensamientos.
En “A las estrellas”, Gertrudis Gómez de Avellaneda transforma esa quietud en diálogo: las luces puras del cielo observan desde su calma mientras la voz poética, llena de desvelo, busca consuelo en su resplandor.

Pero las estrellas, aunque brillan, no responden.
Su luz, reflejada en el mar, permanece distante —como una promesa que no alcanza a tocar la herida humana—.
La poeta cubana, una de las grandes voces del romanticismo del siglo XIX, deja en este soneto una pregunta que sigue vigente:
¿por qué, cuando más necesitamos esperanza, la belleza parece tan indiferente?

A las Estrellas

Reina el silencio: fúlgidas en tanto
Luces de paz, purísimas estrellas,
De la noche feliz lámparas bellas,
Bordáis con oro su luctuoso manto.

Duerme el placer, mas vela mi quebranto,
Y rompen el silencio mis querellas,
Volviendo el eco, unísono con ellas,
De aves nocturnas el siniestro canto.

¡Estrellas, cuya luz modesta y pura
Del mar duplica el azulado espejo!
Si a compasión os mueve la amargura

Del intenso penar por que me quejo,
¿Cómo para aclarar mi noche oscura
No tenéis ¡ay! ni un pálido reflejo?

Autor: Gertrudis Gómez de Avellaneda

Si te interesa seguir explorando textos que invitan a la reflexión y al encuentro interior, podés visitar otras secciones de Elixires para el Alma, un espacio dedicado a las palabras que reconfortan.

Y si querés conocer más sobre la obra y vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda, te recomiendo este artículo del Instituto Cervantes que profundiza en su legado dentro de la literatura hispanoamericana.

En este poema, la autora no solo contempla el firmamento, sino también el eco de su propia alma.
Las estrellas funcionan como testigos silenciosos de la soledad humana, recordándonos que incluso la belleza más pura puede volverse distante frente al dolor.

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